Vamos
a hablar otra vez de la fe. Muchas personas me dicen que no existe
Dios, ni Jesucristo, porque ellas no lo han visto nunca. Y claro, si
no lo ven, según ellas no existen. Pero cuando vienen a mi consulta
y les miro las cartas, su actitud cambia y empiezan a creer. No en
Dios, pero sí en el Universo, y que hay algo más. Esto se debe a
que traen un gran secreto y de repente en mi consulta es revelado.
Pero, ¿qué pasa cuando una persona ve seres (espíritus) y se niega
a reconocer que hay otro mundo? De esto va mi historia hoy.
El
mes de junio del año pasado vino a mi consulta un matrimonio con una
niña un poco especial, de unos once años. De apariencia infantil,
pero mucho más vieja que sus padres. Mientras echaba el tarot a su
madre, la niña no paraba de hablar. Se dirigía con la mirada hacia
el fondo de la habitación y se reía. Su madre se estaba poniendo
cada vez más nerviosa, decía que era “culo de mal asiento”,
pero como no tenían con quien dejarla y a los dos padres les urgía
verme, tuvieron que traerla con ellos. Como vi que no se
tranquilizaban, hice sentar a padre e hija con la madre y conmigo en
la mesa. Entonces la niña me miró y me dijo que era una señora muy
alta y muy grande, que si comía mucho. Me hizo mucha gracia, porque
ella me estaba viendo como yo soy realmente. Le pregunté que si veía
gente alrededor y se echó a reír. Dijo: “No veo nada, ¿no ves
que no existe Dios?” Y en ese mismo momento empezamos a ver unas
burbujas de colores en blanco, azul, verde, alrededor nuestro. Los
padres también las vieron, pero ella se quedó atónita y empezó a
decir qué cómo había hecho aquellas burbujas de jabón tan
grandes. La temperatura de la habitación bajó y detrás de ella
pude ver una señora con el cabello blanco, sonriéndome, y supe que
la niña también la estaba viendo. Le pregunté a la pequeña por
qué no se lo había dicho a sus padres. Me contestó que le daba
miedo, que la podían ingresar en el manicomio. Y yo dije que había
más locos fuera que dentro, y que bendita sea la locura de Dios.
Resultó ser que la niña veía espíritus desde muy pequeña, y que
le daban miedo, por lo cual tenía unas fuertes pesadillas. Sus
padres habían venido por un tema de trabajo, y no sabían que el
verdadero problema lo tenía su hija. Una vez que le dije a la niña
que aquella señora era una antepasada suya, que era su guía, la
niña se tranquilizó y pude echar las cartas.
Una
vez finalizadas, mandé a los padres a tomar un café fuera y me
quedé con la niña a solas. Hablamos de Dios y de las muchas maneras
en que se define: Universo, energía, fuerza. Ella me explicó que
toda mi habitación estaba llena de niños, y que brillaban como si
tuvieran luz, lo cual me produjo mucha alegría porque yo también
los veía. Cogimos un papel en blanco y un lápiz, la hice sentar
enfrente de mí, y que escribiera lo primero que le viniera al
pensamiento. Al cabo de un tiempo, la niña escribió un mensaje de
uno de aquellos seres.
Cuando
volvieron los padres, la niña les leyó el mensaje. Cuál fue su
sorpresa al saber que uno de aquellos niños era un hermano del padre
que había fallecido hacía muchos años. Les pedía que hicieran
unas cosas que sus padres no habían hecho. Se despidieron de mí y
se fueron.
En
el mes de agosto volvieron a verme. La situación económica había
cambiado, los padres tenían ya trabajo, pero no sólo eso: la niña
estaba mucho más tranquila y había mejorado muchísimo en el
colegio. Ahora ella sabía que tenía un buen ángel de la guarda o
guía que siempre estaba con ella. Con esta historia quiero demostrar
que somos muchas las personas que vemos, pero a muchas de ellas les
da miedo reconocerlo, incluso si son niños a sus propios padres.
Deberíamos creer con el corazón, no con los ojos. Y así,
seguramente se nos abrirían todas las posibilidades a otro mundo. La
fe mueve montañas.