domingo, 24 de agosto de 2014

La casualidad no existe


Todas las personas tienen dones, unas más y otras menos, pero todas. No hay ninguna más especial que otra. Lo que pasa es que muchas personas trabajan sus dones, lo cual los hace perfeccionarlos.

A mí me preguntan muchas veces cómo puedo enseñarles a echar el tarot, y yo les digo que yo he aprendido sola, y no puedo explicar cómo. Supongo que será igual que los escritores, que plasman en sus libros lo que sienten en su interior y lo que ven en su imaginación, sin que nadie les haya enseñado, porque tienen un don. Cualquier carta para mí tiene movimiento, luz, expresión, un significado, y todas cambian al unísono, todas cuentan la historia de la persona que tengo ante mí. Ninguna vida es igual, aunque no es casual que esas personas vengan a mi consulta. Seguramente, ya nos conocíamos de alguna vida pasada. Porque al primer vistazo, algunas de estas personas tienen la sensación de quererme abrazar, como si fuese alguien familiar, que hace mucho tiempo que no ven, y no se quierer luego separar de mí. Porque al verme sienten una infinita alegría. Y otras personas encuentran una paz imposible de explicar. Así, muchos de mis clientes se convierten en amigos, lo cual no es coincidencia. Seguro que en otra vida fuimos familia o ya éramos buenos amigos. A veces voy en el autobús y la persona que se sienta a mi lado me empieza a hablar como si nos conociéramos de toda la vida, y me cuenta las historias más increíbles. Esto tampoco es casual, seguramente esa persona había pedido ayuda y los guías nos habían reunido. Algunas de estas historias las contaré algún día.

Me despido atentamente de todos mis hermanos terrenales.

lunes, 18 de agosto de 2014

El diamante que hay dentro de ti

Hoy quiero contar una historia que ha vuelto a mi memoria hace unos días, y con el permiso de esa persona voy a explicárosla, para bien de todos y todas.

Hace tres años, llegó una señora a mi consulta bastante atractiva e inteligente, a la cual había recomendado una amiga suya que viniera a verme. Ella no creía en nada de esto, pues su vida no había sido nada fácil. Pero cuando esta amiga le habló de mí, decidió venir a verme. Cuando llegó a mi consulta estaba muy nerviosa, con taquicardia. Se sentó a mi mesa y comencé a echar el tarot. Es una señora, como he dicho antes, muy bella, pero ella se consideraba un monstruo. En su casa nunca la habían valorado. Era simplemente, una muñeca más, a la que se viste, se alimenta, pero no tiene opinión, como si no existiese. Se había casado muy joven con un señor que la maltrataba psicológicamente, la consideraba fea, y ella se lo creía, pero lo amaba tanto, tanto, que había permitido que la tratara como un felpudo, y no veía lo maravillosa y preciosa que era. Todo el tiempo me hablaba de su hombre en términos de que era excelente, estupendo, guapo... halagos, muchos halagos. Era un dios para ella. Simplemente con estar cerca de él tenía suficiente para vivir, era su motor. Ella decía que él la amaba, y con ese amor tenía suficiente. ¿Entonces por qué venía a verme? ¿Quería una pócima de amor? ¿O pensaba que yo hacía magia? Yo le contesté que no era el genio de Aladino, que las cartas simplemente eran una puerta abierta a un posible futuro, siempre que ella quisiera abrirla. Ella me decía que a pesar de tener el amor de su marido, llegó un momento en que se dio cuenta de que eso no la llenaba, y como él era el centro de toda su vida, le parecía que no había nada más, que nunca sería feliz, que nada llenaría su vacío. Quería que yo le diera una solución. Le comenté que tenía que empezar queriéndose a sí misma, pero no un poco, sino muchísimo, y que tenía que romper con este tipo de amor, dependiente. Pero sobre todo, que debía tener más autoestima. Le mandé que fuese a unos terapeutas para su salud mental. Aparte, la mandé a un buen amigo que tengo para casos perdidos, para que ayudase a que los pedazos de su alma se reencontraran. Así que quedamos en vernos en un mes.

Cuando volvió a mi consulta, había hecho todo lo que le habían mandado los terapeutas, pero cuando conoció a mi amigo, se asustó tanto que no había vuelto más, porque decía que no le producía la sensación de calma que yo le daba, sino que la ponía muy nerviosa, la alteraba, dándole ataques de pánico. Sin embargo conmigo decía que era como beber del agua del manantial; se serenaba, y saciaba su sed. Estuvo viniendo seis meses seguidos, y al llegar el verano, dio un cambio. No solamente su aspecto físico, su look como diríamos ahora: halló la fe en ella misma, y empezó a realizarse como mujer, tanto en lo físico como en lo psíquico. Se dio cuenta de su propia belleza y eso se reflejó en el cuidado de su aspecto. Este verano me ha llamado para darme las gracias, pues hoy es feliz con la misma pareja, ya que se ha hecho valorar. Hoy se dedica a ayudar a todas aquellas mujeres que son maltratadas, sobre todo psicológicamente, y me ha pedido que escriba sobre ella para deciros que siempre hay una salida, si se tiene fe, porque Dios está en el interior de todas las personas. Agradezco a todos mis guías por la ayuda recibida por esta señora, a la que ahora considero mi amiga.