Hoy
quiero contar una historia que ha vuelto a mi memoria hace unos días,
y con el permiso de esa persona voy a explicárosla, para bien de
todos y todas.
Hace
tres años, llegó una señora a mi consulta bastante atractiva e
inteligente, a la cual había recomendado una amiga suya que viniera
a verme. Ella no creía en nada de esto, pues su vida no había sido
nada fácil. Pero cuando esta amiga le habló de mí, decidió venir
a verme. Cuando llegó a mi consulta estaba muy nerviosa, con
taquicardia. Se sentó a mi mesa y comencé a echar el tarot. Es una
señora, como he dicho antes, muy bella, pero ella se consideraba un
monstruo. En su casa nunca la habían valorado. Era simplemente, una
muñeca más, a la que se viste, se alimenta, pero no tiene opinión,
como si no existiese. Se había casado muy joven con un señor que la
maltrataba psicológicamente, la consideraba fea, y ella se lo creía,
pero lo amaba tanto, tanto, que había permitido que la tratara como
un felpudo, y no veía lo maravillosa y preciosa que era. Todo el
tiempo me hablaba de su hombre en términos de que era excelente,
estupendo, guapo... halagos, muchos halagos. Era un dios para ella.
Simplemente con estar cerca de él tenía suficiente para vivir, era
su motor. Ella decía que él la amaba, y con ese amor tenía
suficiente. ¿Entonces por qué venía a verme? ¿Quería una pócima
de amor? ¿O pensaba que yo hacía magia? Yo le contesté que no era
el genio de Aladino, que las cartas simplemente eran una puerta
abierta a un posible futuro, siempre que ella quisiera abrirla. Ella
me decía que a pesar de tener el amor de su marido, llegó un
momento en que se dio cuenta de que eso no la llenaba, y como él era
el centro de toda su vida, le parecía que no había nada más, que
nunca sería feliz, que nada llenaría su vacío. Quería que yo le
diera una solución. Le comenté que tenía que empezar queriéndose
a sí misma, pero no un poco, sino muchísimo, y que tenía que
romper con este tipo de amor, dependiente. Pero sobre todo, que debía
tener más autoestima. Le mandé que fuese a unos terapeutas para su
salud mental. Aparte, la mandé a un buen amigo que tengo para casos
perdidos, para que ayudase a que los pedazos de su alma se
reencontraran. Así que quedamos en vernos en un mes.
Cuando
volvió a mi consulta, había hecho todo lo que le habían mandado
los terapeutas, pero cuando conoció a mi amigo, se asustó tanto que
no había vuelto más, porque decía que no le producía la sensación
de calma que yo le daba, sino que la ponía muy nerviosa, la
alteraba, dándole ataques de pánico. Sin embargo conmigo decía que
era como beber del agua del manantial; se serenaba, y saciaba su sed.
Estuvo viniendo seis meses seguidos, y al llegar el verano, dio un
cambio. No solamente su aspecto físico, su look como diríamos
ahora: halló la fe en ella misma, y empezó a realizarse como mujer,
tanto en lo físico como en lo psíquico. Se dio cuenta de su propia
belleza y eso se reflejó en el cuidado de su aspecto. Este verano me
ha llamado para darme las gracias, pues hoy es feliz con la misma
pareja, ya que se ha hecho valorar. Hoy se dedica a ayudar a todas
aquellas mujeres que son maltratadas, sobre todo psicológicamente, y
me ha pedido que escriba sobre ella para deciros que siempre hay una
salida, si se tiene fe, porque Dios está en el interior de todas las
personas. Agradezco a todos mis guías por la ayuda recibida por esta
señora, a la que ahora considero mi amiga.