sábado, 24 de agosto de 2013

Del amor nacen los ángeles



Una clienta mía recomendó a una pareja de amigos suyos, que eran un poco escépticos, que vinieran a verme. Habían ido a otras tarotistas que n
o les habían acertado en nada. Al oír hablar de mí, quisieron probar conmigo. Así que les di cita una tarde.

Eran andaluces y muy morenos: pelo negro, rizado, ojos color azabache... El marido era de complexión fuerte y muy alto, labios carnosos y tez olivácea; ella era bajita (al lado de él), muy delgada, de tez más blanca, ojos rasgados y negros. Llevaban veinte años casados, y se querían como el primer día. No aparentaban tener ningún problema, y en realidad no lo tenían. Al menos, es lo que yo vi en el tarot. Simplemente, era una pareja que no había podido concebir hijos.

Mi clienta, la señora que los había recomendado, les había comentado que yo le había hecho una magia y ella se había quedado embarazada. Gracias a mí tenía una hija. Lo cual no era cierto, yo solamente era un instrumento más. Así que les hablé sinceramente: en las cartas se veía claramente que iban a ser padres, pero no decían cuándo. Y ellos estaban impacientes porque ya no eran jóvenes. Habían probado con la fecundación in vitro pero no había dado resultado. Yo les dije: "Seguramente, la próxima vez que nos veamos, conoceré a su hijo. Va a ser muy especial" "¿En qué sentido?", me dijo ella. "Bueno, eso usted ya lo verá".

Dos años después, a las seis y media de la mañana, llamaron a mi puerta. Claro, ¡no eran horas! Pero bueno, pensé, será una urgencia. Contesté al interfono de la puerta, y eran ellos. "Isabel, ¿puedes bajar, por favor?" Al principio no les reconocí por la voz, pero bajé. Ahí estaban ellos, con un niño en los brazos, llora que te llora, pelirrojo, lleno de pecas, y con los ojos más bonitos que he visto en mi vida, de color verde. El niño me miró y, como si me conociera de toda la vida, se echó a mis brazos, dejó de llorar, y me mostró la mejor de sus sonrisas. Parecía mentira que hubiera estado llorando tanto tiempo. 

Su madre me dijo: "Isabel, necesitamos tu ayuda, el niño no duerme casi, come poco, pero cuando hablamos de ti delante de él, ya ves lo que pasa". Subimos a mi casa y examiné al niño. Las cartas no se equivocaron, era especial. Yo les dije: "A partir de hoy, el niño dormirá". La madre me preguntó qué es lo que sucedía. "El niño es como yo, señora". "¡Y tanto!", dijo la mujer, "si parece que lo hayas parido tú". "No es cierto", le contesté, "es clavadito, clavadito, a su tatarabuelo. Tendrían que investigar su geneología. Descubrirían que son celtas". "No pué ser", dijo el marido, "somos andaluses de los pies a la cabesa". Yo le dije: "Su señora lleva sangre celta y sajona, pero esta herencia no viene de ella, viene del tatarabuelo de usted". Él insistió: "Pero si también era moreno". Y yo respondí: "Ese no, el verdadero. Y su hijo lo está viendo cada noche. Por eso no puede dormir".  

El marido seguía sin entender por qué su hijo dejaba de llorar cuando yo lo abrazaba. "Este niño ya me conocía de otra vida, y al verme me ha reconocido, como alguien familiar. Se ha sentido seguro, y por eso ha dejado de llorar. La verdad es que este niño es como yo, tiene videncia". Yo pedí a sus ángeles que lo ayudaran para que no tuviera apariciones hasta que fuera mayor de edad, y a partir de entonces pudo dormir tranquilo. En cambio, empezó a entrar en mis sueños. Su padre averiguó que su tatarabuela tuvo relaciones con un filibustero extranjero, que no se casó con ella y siempre se arrepintió. Por eso seguía pendiente de su descendencia, que era la única que había tenido.

Hace muchos años de eso, y ese niño, que ya es un hombre, sigue contactando conmigo a través de los sueños. Sería más fácil que me llamara por el móvil, pero al cambiar yo de número, ya no es posible. Sus padres sí que siguen en contacto conmigo, a través de aquella clienta amiga suya. Siempre me desean lo mejor y rezan por su hijo y por mí, porque saben lo que puede sufrir una persona con estas características. Desde entonces dejaron de ser escépticos. A veces, las personas desean que sus hijos sean copias de ellos, pero en este caso ellos comprendieron que eso no es lo más importante. Desearon tanto tenerlo y lo amaron tanto, que recibieron un querubín. Y aunque el color de su piel y de su pelo fuera diferente, el Amor incondicional traspasa cualquier barrera.




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