Hoy quiero empezar a hablar de
los olores y las fragancias, porque todas las personas tienen un olor especial
que ellas mismas no perciben. Supongo que será cuestión de hormonas, lo que
hace que en una piel, un perfume huela más que en otra. Pero a veces, hay
olores espirituales, que se perciben más allá del tiempo y del espacio. Por
ejemplo, el olor que percibe un niño de su madre, él lo siente completamente
diferente de cualquier otro, y por el olor sabe que es ella aunque no la vea.
Esta capacidad se pierde con la edad, y cuando somos adultos ya no podemos
distinguir los olores propios de las personas, sólo reconocemos olores
artificiales como colonias y perfumes; también los olores desagradables como
contaminación, gasolina, basura, etc.
Cuando estoy echando el tarot
percibo el olor verdadero de la persona, y por eso puedo saber su estado de
ánimo; así como si viene acompañada por algún difunto o espíritu. Y esta
facultad que tengo también me ha hecho encontrar buenos amigos. De una de esas
amigas quiero hoy hablar. Ella se llama Amalia, y su olor llega hasta mí aunque
esté muy lejos. Es un olor como a rosas silvestres.
La primera vez que la conocí, el
olor de romero me llevó a ella. Era tan fuerte que pude visualizar una vida
pasada (de la que hablaré en otra ocasión). La cuestión es que empezamos a
hablar como si nos conociéramos de toda la vida. Ella hacía preguntas, y yo
contestaba. Así fue que nos hicimos muy buenas amigas.
Una vez me prestó un libro, al
que al cabo de un tiempo se le rompieron las tapas. Entonces tuve la visión de
que tenía que comprarle uno nuevo, pero éste costaba bastante, y mi presupuesto
era bajo. Así que pedí a los ángeles que me acercaran a una librería que
estuviera bien de precio. Una tarde que íbamos las dos paseando empezamos a
percibir un olor; primero yo, luego ella. El olor era como a vainilla, para
seguir luego como a limón o margaritas. Cada vez era más fuerte. Así que fuimos
siguiendo el olor, hasta llegar a una pequeñita tienda, y allí el olor era más
fuerte. Entramos: era una tienda de libros viejos. “Qué raro”, pensó mi amiga, “aquí
no hay ningún ambientador así”. Echamos un vistazo por la tienda, cuando de
repente, el olor se hizo más fuerte. Levanté la vista, y ante mí estaba el
libro. No se lo creerán, era el mismo libro, pero muchísimo más barato, así que
lo compré. Y no sólo eso, el dependiente me regaló unas cartas del tarot, de
ángeles, que según él venían con el libro; por eso tuve la visión de comprar
aquel libro. Desde entonces, siempre que vamos juntas nos puede pasar de todo.
Al estar juntas notamos una sincronía, que tiene un origen muy antiguo, porque
viene de otras vidas.
Los olores han sido y son muy
importantes en mi vida. Cuando tengo un día triste, sólo con pensar en flores,
ya percibo sus olores; o cuando me traen un niño pequeño, según su olor sé el
oficio que va a tener. También percibo por los olores las enfermedades, y
reconozco a los que se quieren de verdad, es decir, que la traición también la
huelo. Por eso quiero dar las gracias a mis guías por este don.