lunes, 6 de enero de 2014

La magia de la amistad

Hoy quiero hablar de la amistad, precioso tesoro, que no todo el mundo tiene. Voy a hablar de una amiga mía que conocí hace veintitrés años.

Entramos a trabajar el mismo día, y me pusieron a trabajar con ella, en un geriátrico dirigido por monjas. Las cuales no me caían bien ni mal, simplemente veía cómo eran, con sus demonios y sus ángeles alrededor. Ella no era muy habladora, pero nos caímos bien. Una semana después de estar trabajando, presencié un hecho en la calle, el cual me condujo hacia un juicio, pues yo era el único testigo presencial. Así que pedí permiso a mis jefes para ir. Ellos me dijeron que no me metiera en líos, pero como yo era la única que había visto los hechos, era mi obligación contar lo sucedido. A regañadientes mis jefes me dieron el día libre. Pero cuál fue mi sorpresa cuando mi compañera pidió también el día libre para acompañarme. Apenas la conocía, pero esa circunstancia me hizo ver que era muy buena persona.

Por el camino al juicio me comentó que se veía en mí que era un extraordinario ser, pues en los años que llevaba trabajando nadie se había portado bien con ella como yo lo había hecho. Y eso le había llegado al alma. Por fin había encontrado una buena amiga. Ni decir cabe que desde ese día fuimos amigas, claro que yo en este trabajo no aguanté mucho, pues ver espíritus cada dos por tres me dejaba sin fuerzas. Pero eso no hizo que nuestra amistad desapareciera. Siempre que podemos nos vemos, y cuando le hablo espiritualmente tiene fe en mí.

Con el paso de los años no nos vemos tan a menudo, pero no hay día que no reciba un wasap o un mensajito corto que me recuerde que sigue siendo mi mejor amiga. Lo que ella no sabe es que su ángel y mi ángel se ponen contentísimos cada vez que estamos juntas. Y cuando esto sucede, el olor que desprende su cuerpo es a rosas, es como si fuese una hermana mía. Hoy quiero dar las gracias a todos esos ángeles cuya esencia está en mis amigas. Porque aunque unas vienen y otras se van, de todas puedo ver sus ángeles, lo cual me llena de dicha y de alegría. Hasta esta que escribe, que es mis manos y yo soy la voz. Y a todos aquellos y aquellas que no conozco, que conoceré, para bien espiritual de todos. Una amiga del corazón.